martes, 13 de septiembre de 2011

Expresiones variopintas, tercera entrega

Tonto vestío de limpio. Alguien bien arreglado que se da más importancia de la que realmente tiene.

Retortero. Tenerlo todo desparramado en mangas por hombro.

Chinclar. Engullir.

Chincletazo. Resultado de golpear un líquido salpicando abundantemente.

A la virulé. Desastrado (eso lo han colocado a la virulé) o en mal estado (le han puesto el ojo a la virulé).

A la remanguillé. Conseguir algo al revés de la forma normal (le quitó el balón rebañando a la remanguillé).

Descachizar. Partir algo en trozos pequeños.

Caliche. Trozos de cal que se desprenden de la pared.

Desconchón. Trozo de pared que ha perdido la pintura.

Aldaba. Llamador metálico, normalmente en forma de mano que asía una bola, con el que se golpeaba en las puertas sobre otra pieza de hierro incrustada en la misma. A falta de portero electrónico…

Aldabilla. Cierre en forma de gancho para puertas y ventanas. Verdaderamente simple y útil.

Jartible. Hartible. Persona pesada hasta la extenuación, por ejemplo, un político cualquiera.

Catrapeao. Distribuido de forma que cubra toda la superficie sin que aparentemente tenga una disposición simétrica, bien físicamente o bien en su funcionamiento. Por ejemplo, se pueden colocar luces en un techo sin orden pero intentando que iluminen lo más posible. O bien esas mismas luces pueden estar en filas y encenderse de forma catrapeá por fases de manera que cualquiera de esas fases cubra la mayor superficie posible.

Esgargará. Con la lengua afuera. “Vengo esgargará”.

Cochiquera. Pocilga.

Puerta falsa. Puerta trasera de una casa.

Tinaja. La vasija de barro en que se almacenaban todo tipo de víveres hasta que llegaron las neveras o frigoríficos, aunque se siguen usando para aderezar las aceitunas, por ejemplo.

Lebrillo. Vasija ancha con mucho borde y poco fondo que se utilizaba para distintos usos tanto en la cocina como en la colada. Era típico decirle a un descarado: “más borde que un lebrillo”.

Cántaro. Vasija de barro utilizada para transportar y almacenar principalmente agua. Ocasionalmente también se utilizaba como instrumento musical de percusión golpeando rítmicamente la boca con la suela de una alpargata.

Alpargata. Zapato ligero de tela y suela de goma, esparto o cáñamo.

Enguachinao. Empapado, encharcado.

Empapuchao. Sinónimo de enguachinao.

Empancinao. Con la barriga llena de líquido y más concretamente de agua o cerveza.

Escacharrao. Estropeado.

Empercochao. Sucio, que pringa y no hay por donde meterle mano sin mancharse.

Gollete. Cuello de la botella, garrafa y otras vasijas.

Garrafa. Vasija de vidrio recubierta con una funda de mimbre. También se le dice hoy a las vasijas de plástico, pero para mí que en este caso es más correcto el nombre de cántara.

Agalla. Bolas de dos a cuatro centímetros de diámetro que les salen a los alcornoques con bultitos que le dan el aspecto de bombas pequeñas. Pesan muy poco y se perforan con facilidad. Las utilizábamos para hacer muñecos uniendo varias con palos pinchados. Lo que más hacíamos eran toritos, que la imaginación no daba para mucho más o quizás que en aquella época el tema taurino lo teníamos inculcado hasta los tuétanos.

Paparrucha. Tontería sin sentido. “Está hablando paparruchas”.

Cacaruca. Tarea difícil. “Eso tiene cacaruca”.

Trapisonda. Jaleo, embrollo, ajetreo, tanto referido a una discusión o riña como a una actividad frenética en la que intervengan varias personas.

Andacapadres. Bártulos. “Tráete para acá los andacapadres”.

Estartá. Dislocada, fuera de sí. “Este niño es que me pone estartá”.

Jeringo. Churro. De alguien desagradable se decía “es más esaborío que un jeringo frío”.

Calentito. Churro. A diferencia de Madrid, por ejemplo, en Andalucía los churros siempre se comen calientes como queda explicado en la palabra jeringo.

Arzollispao. Asustado, desconfiado y en actitud vigilante. “El gato está arzollispao”.

Trasvelao. Desvelado.

Come come. Andar rondando en un solo tema. “Estoy con el come come este que no me deja pegar ojo”.

Embarruñao. Embadurnado con cualquier líquido viscoso: barro, grasa, chocolate, pintura… como suele ponerse cualquier crío pequeño.

Condurar. Hacer durar algo estirándolo lo más posible. Se aplica fundamentalmente a la comida, por ejemplo, comiendo más pan para que el jamón, el queso, el embutido o la pringá nos duren más tiempo. Se suele decir “condúralo, que no hay más”.

Calmitero. Descampado en las horas de los días de verano cuando cae el sol a plomo.

Boquera. Herida en las comisuras de los labios. “Tiene más boquera que un gorrión”.

Acharar, achare. Vergüenza, apuro. “Me dio achare decirle que no” o “se acharó y se puso colorada”.

Badila. Pala de hierro con mango para remover el brasero o copa. Como cada cual lo remueve a su manera, cuando se le pedía a alguien que removiera se le decía “échale una firmita”.

Charrán. Tunante, pillo, desvergonzado.

Chafandín. Trápala.

Moña. Afeminado, mariquita.

Tocateja. Pago al contado y, preferiblemente, en metálico.

Empendolar. Empezar una tarea; por ejemplo, si se va a pintar una habitación, primero es necesario vaciarla de muebles y objetos y a esto se le llama zafarrancho; cuando se empieza el trabajo propiamente dicho de reparar los desperfectos, si hace falta, o de pintar entonces es cuando se dice que el trabajo ya está empendolao.

Barzonear. Andar de un lado para otro sin destino ni propósito concreto. “Por ahí anda dando barzonazos”.

Patulea. Conjunto bullicioso de personas. Se aplica sobre todo refiriéndose a los niños. “Había una patulea de niños que no pararon de correr y gritar en todo el tiempo”.

Fuera aparte. Además. Para que quede claro que algo reune dos cualidades distintas.

Cagueta. Miedica. De muchos toreros artísticos se ha dicho “torea bien, pero es un cagueta”.

Chiquichanca. Mandadero. Persona a la que mandan hacer recados y trabajos menores.

Empalmar la hebra. Enlazar conversaciones unas tras otras durante mucho tiempo. Era típico la madre que salía a comprar con el niño cualquier cosa y por poco que fuera le llevaba toda la mañana porque se encontraba con una amiga y se pasaban tranquilamente charloteando horas y horas a pie parado, mientras el niño desesperado de aburrimiento no sabía qué hacer ni cómo ponerse y encima le reprendía la madre “que hay que fijarse el niño que no tiene ni un momento de espera”.

No ni ná. Por supuesto que sí. Es una forma muy andaluza de afirmar negando. Se le pregunta a un fan si va a asistir al concierto de su ídolo y contestará “no ni ná”. También existe la correspondiente contraria, la de negar afirmando. Cuentan de un gitano que en plena dictadura iba por la calle en Sevilla cantando una canción de La Niña de los Peines cuya letra era “qué bonita está Triana cuando le ponen al puente banderas republicanas”. Estas dos últimas palabras las había cambiado oficialmente la dictadura por unas inexistentes “las banderitas gitanas”. Como viera que le seguía para escucharle un guardia civil, sólo cantaba “qué bonita está Triana cuando le ponen al puente” y repetía lo mismo una y otra vez. El guardia impaciente le preguntó “¿qué es lo que le ponen al puente?”, a lo que el gitano le contestó “te vas a enterar tú de lo que le ponen al puente…”.

¿Te quié i po í ya? ¿Te quieres ir por ahí ya? Que viene a ser lo que le vino a decir el gitano al guardia. Con expresiones como esta los andaluces volvemos loco hasta el mismo lucero del alba.