jueves, 31 de marzo de 2011

El pavo

Recuerdo una escena allá por mi infancia, que no fue tierna sino bien dura, que aún eran tiempos de la larga, inacabable y triste posguerra, digo que recuerdo un desfile de pavos que se me quedó grabado en la mente y aún hoy se mantiene como vívido recuerdo.

Era una mañana de primavera, tendría unos siete años, no más, e íbamos dos o tres familias por el campo en lo que entonces llamábamos gira y hoy es excursión -sirva de aclaración que la gira se realizaba con talegas que partían vacías y regresaban llenas de productos del campo y la excursión, con mochilas que salen llenas de vituallas y vuelven a casa o vacías o con costosos recuerdos-. En una finca, junto a un cercado de piedra característico de Sierra Morena, caminaban diríase que con paso aburrido entre seis y ocho pavos en perfecta formación de fila india; no marcaban el paso de la oca porque no lo eran. El pavo de delante, ejerciendo de guía, subía al vallado por cualquier punto, ni más fácil ni más complicado que cualquier otro, sin ningún propósito que le llevara a ello y los demás le seguían, subiendo a su vez exactamente por el mismo sitio. Por donde bajaba el guía bajaban igualmente los demás. Y vuelta a subir y bajar anodinamente el guía primero y los demás tras él.

Cada vez que veo cómo son seguidos tantos líderes e ídolos artificiales y sin fundamento como abundan, modas absurdas, alguna que otra tradición prescindible y un sinfín de tontainas, revive en mi recuerdo el desfile de pavos de hace tantos años.

Para muestra con un botón vale: hoy en día se han congregado dos bandadas en el mismo cercado y sus pavos guías son respectivamente presidente de gobierno y líder de la oposición.