martes, 13 de septiembre de 2011

Expresiones variopintas, tercera entrega

Tonto vestío de limpio. Alguien bien arreglado que se da más importancia de la que realmente tiene.

Retortero. Tenerlo todo desparramado en mangas por hombro.

Chinclar. Engullir.

Chincletazo. Resultado de golpear un líquido salpicando abundantemente.

A la virulé. Desastrado (eso lo han colocado a la virulé) o en mal estado (le han puesto el ojo a la virulé).

A la remanguillé. Conseguir algo al revés de la forma normal (le quitó el balón rebañando a la remanguillé).

Descachizar. Partir algo en trozos pequeños.

Caliche. Trozos de cal que se desprenden de la pared.

Desconchón. Trozo de pared que ha perdido la pintura.

Aldaba. Llamador metálico, normalmente en forma de mano que asía una bola, con el que se golpeaba en las puertas sobre otra pieza de hierro incrustada en la misma. A falta de portero electrónico…

Aldabilla. Cierre en forma de gancho para puertas y ventanas. Verdaderamente simple y útil.

Jartible. Hartible. Persona pesada hasta la extenuación, por ejemplo, un político cualquiera.

Catrapeao. Distribuido de forma que cubra toda la superficie sin que aparentemente tenga una disposición simétrica, bien físicamente o bien en su funcionamiento. Por ejemplo, se pueden colocar luces en un techo sin orden pero intentando que iluminen lo más posible. O bien esas mismas luces pueden estar en filas y encenderse de forma catrapeá por fases de manera que cualquiera de esas fases cubra la mayor superficie posible.

Esgargará. Con la lengua afuera. “Vengo esgargará”.

Cochiquera. Pocilga.

Puerta falsa. Puerta trasera de una casa.

Tinaja. La vasija de barro en que se almacenaban todo tipo de víveres hasta que llegaron las neveras o frigoríficos, aunque se siguen usando para aderezar las aceitunas, por ejemplo.

Lebrillo. Vasija ancha con mucho borde y poco fondo que se utilizaba para distintos usos tanto en la cocina como en la colada. Era típico decirle a un descarado: “más borde que un lebrillo”.

Cántaro. Vasija de barro utilizada para transportar y almacenar principalmente agua. Ocasionalmente también se utilizaba como instrumento musical de percusión golpeando rítmicamente la boca con la suela de una alpargata.

Alpargata. Zapato ligero de tela y suela de goma, esparto o cáñamo.

Enguachinao. Empapado, encharcado.

Empapuchao. Sinónimo de enguachinao.

Empancinao. Con la barriga llena de líquido y más concretamente de agua o cerveza.

Escacharrao. Estropeado.

Empercochao. Sucio, que pringa y no hay por donde meterle mano sin mancharse.

Gollete. Cuello de la botella, garrafa y otras vasijas.

Garrafa. Vasija de vidrio recubierta con una funda de mimbre. También se le dice hoy a las vasijas de plástico, pero para mí que en este caso es más correcto el nombre de cántara.

Agalla. Bolas de dos a cuatro centímetros de diámetro que les salen a los alcornoques con bultitos que le dan el aspecto de bombas pequeñas. Pesan muy poco y se perforan con facilidad. Las utilizábamos para hacer muñecos uniendo varias con palos pinchados. Lo que más hacíamos eran toritos, que la imaginación no daba para mucho más o quizás que en aquella época el tema taurino lo teníamos inculcado hasta los tuétanos.

Paparrucha. Tontería sin sentido. “Está hablando paparruchas”.

Cacaruca. Tarea difícil. “Eso tiene cacaruca”.

Trapisonda. Jaleo, embrollo, ajetreo, tanto referido a una discusión o riña como a una actividad frenética en la que intervengan varias personas.

Andacapadres. Bártulos. “Tráete para acá los andacapadres”.

Estartá. Dislocada, fuera de sí. “Este niño es que me pone estartá”.

Jeringo. Churro. De alguien desagradable se decía “es más esaborío que un jeringo frío”.

Calentito. Churro. A diferencia de Madrid, por ejemplo, en Andalucía los churros siempre se comen calientes como queda explicado en la palabra jeringo.

Arzollispao. Asustado, desconfiado y en actitud vigilante. “El gato está arzollispao”.

Trasvelao. Desvelado.

Come come. Andar rondando en un solo tema. “Estoy con el come come este que no me deja pegar ojo”.

Embarruñao. Embadurnado con cualquier líquido viscoso: barro, grasa, chocolate, pintura… como suele ponerse cualquier crío pequeño.

Condurar. Hacer durar algo estirándolo lo más posible. Se aplica fundamentalmente a la comida, por ejemplo, comiendo más pan para que el jamón, el queso, el embutido o la pringá nos duren más tiempo. Se suele decir “condúralo, que no hay más”.

Calmitero. Descampado en las horas de los días de verano cuando cae el sol a plomo.

Boquera. Herida en las comisuras de los labios. “Tiene más boquera que un gorrión”.

Acharar, achare. Vergüenza, apuro. “Me dio achare decirle que no” o “se acharó y se puso colorada”.

Badila. Pala de hierro con mango para remover el brasero o copa. Como cada cual lo remueve a su manera, cuando se le pedía a alguien que removiera se le decía “échale una firmita”.

Charrán. Tunante, pillo, desvergonzado.

Chafandín. Trápala.

Moña. Afeminado, mariquita.

Tocateja. Pago al contado y, preferiblemente, en metálico.

Empendolar. Empezar una tarea; por ejemplo, si se va a pintar una habitación, primero es necesario vaciarla de muebles y objetos y a esto se le llama zafarrancho; cuando se empieza el trabajo propiamente dicho de reparar los desperfectos, si hace falta, o de pintar entonces es cuando se dice que el trabajo ya está empendolao.

Barzonear. Andar de un lado para otro sin destino ni propósito concreto. “Por ahí anda dando barzonazos”.

Patulea. Conjunto bullicioso de personas. Se aplica sobre todo refiriéndose a los niños. “Había una patulea de niños que no pararon de correr y gritar en todo el tiempo”.

Fuera aparte. Además. Para que quede claro que algo reune dos cualidades distintas.

Cagueta. Miedica. De muchos toreros artísticos se ha dicho “torea bien, pero es un cagueta”.

Chiquichanca. Mandadero. Persona a la que mandan hacer recados y trabajos menores.

Empalmar la hebra. Enlazar conversaciones unas tras otras durante mucho tiempo. Era típico la madre que salía a comprar con el niño cualquier cosa y por poco que fuera le llevaba toda la mañana porque se encontraba con una amiga y se pasaban tranquilamente charloteando horas y horas a pie parado, mientras el niño desesperado de aburrimiento no sabía qué hacer ni cómo ponerse y encima le reprendía la madre “que hay que fijarse el niño que no tiene ni un momento de espera”.

No ni ná. Por supuesto que sí. Es una forma muy andaluza de afirmar negando. Se le pregunta a un fan si va a asistir al concierto de su ídolo y contestará “no ni ná”. También existe la correspondiente contraria, la de negar afirmando. Cuentan de un gitano que en plena dictadura iba por la calle en Sevilla cantando una canción de La Niña de los Peines cuya letra era “qué bonita está Triana cuando le ponen al puente banderas republicanas”. Estas dos últimas palabras las había cambiado oficialmente la dictadura por unas inexistentes “las banderitas gitanas”. Como viera que le seguía para escucharle un guardia civil, sólo cantaba “qué bonita está Triana cuando le ponen al puente” y repetía lo mismo una y otra vez. El guardia impaciente le preguntó “¿qué es lo que le ponen al puente?”, a lo que el gitano le contestó “te vas a enterar tú de lo que le ponen al puente…”.

¿Te quié i po í ya? ¿Te quieres ir por ahí ya? Que viene a ser lo que le vino a decir el gitano al guardia. Con expresiones como esta los andaluces volvemos loco hasta el mismo lucero del alba.

martes, 16 de agosto de 2011

Expresiones variopintas, segunda entrega

Vaya esta segunda parte que incluye alguna aportación de Rafa y varias de Fernando, todas ellas muy valiosas.

Pechera. En los hombres se decía para referirse a todo lo que cubriera el pecho, excepto las condecoraciones, que esas sí iban en el pecho; por ejemplo, llevaba la pechera llena de lamparones. En las mujeres, el pecho era lo que se le daba al niño, lo demás era la pechera, por ejemplo, “se guardó el pañuelo en la pechera” o “el vestido le queda muy bien de pechera”.

Pernil (pernera).

Pelote. En Lebrija, piedra. También era llamada así la moneda de a duro.

Chocao. El que terminaba con una brecha cuando le daban con un pelote lebrijano.

Candié. Del inglés candy (caramelo) y egg (huevo). Reconstituyente en Jerez y Cádiz de origen británico, hecho de vino dulce y yema de huevo.

Meringote. Cualquier brebaje que no agrade.

Andar a orza. Tener muchas cosas que hacer.

Andar a tú me las debes. Ir deprisa.

Alferesía (alferecía). Cuando alguien estaba encendido por la calor o por una discusión con la vena del cuello de un dedo de gorda se decía “chiquillo, que te va a dar una alferesía”.

Galbana. La flojera que entra en verano después de la comida de mediodía y que se cura con una buena siesta.

Envisperao. Estar sin poder pegar ojo esperando algo con impaciencia.

Guarnío (destrozado). Se aplica a cualquier cosa, animal o persona. “Estoy guarnío” o “la amoto está toa guarnía”.

Bardao (baldado). Como guarnío pero aplicado sólo a personas.

Escachiforciao. Como guarnío pero aplicado sólo a cosas.

Turulato. Estupefacto, quedarse con la boca abierta.

Haciendo pomporitas. “El plato de sopa estaba haciendo pomporitas de lo caliente que me lo pusieron”.

La canal. Hendidura entre los pechos de la mujer. “Tengo un dolor aquí en la parte de la canal”.

Trinqui. Tomar una copa o darle un tiento a una bota de vino. “Tómate un trinqui”.

Pirriaque. Cualquier bebida alcohólica, sobre todo el vino. “A ese no veas como le gusta el pirriaque”.

Algofifa (aljofifa). Felizmente desterrada por la fregona, una de las mayores liberaciones de la mujer, que era penosísimo verlas fregar los suelos de rodillas con la algofifa.

El guardia de La Campana. En Sevilla era el sustituto natural de Rita la Cantaora. “Eso lo va a hacer el guardia de La Campana”.

Geñío. Dolor repentino e intenso.

Arrear un viaje. Dar un golpe fuerte a otra persona, animal o cosa o a uno mismo.

Andarique. Artilugio consistente en un bastidor de tabla alargado, levantado del suelo a la altura de la cintura de un niño de sobre un año de edad y con una hendidura a lo largo de los dos travesaños mayores por el que se deslizaba una tabla cuadrada con un agujero en el centro en el que se encasquetaba al niño con más holgura o apretura, dependiendo del niño, para que aprendiera a andar. Llegado a uno de los extremos, el angelito se tenía que dar la vuelta sobre sí mismo y caminar para el otro lado. Y a menudo se pillaba los deditos de las manos, que el que lo inventó como muchas luces no tenía. Juro que haberlo usado yo mismo es el primer recuerdo que conservo vivo en la mente.

Desaborición (malajá). Cosa desagradable.

Guarrazo. Porrazo que se da alguien al caer, que es como lo define perfectamente la RAE.

Jardazo. Sinónimo de guarrazo.

Fleje. Creo que así se denominaba también a la pieza metálica que recogía el pernil del pantalón de los ciclistas para evitar que se manchara o trabara en la cadena. Por dio, por dió, si no es ese el nombre y alguien se acuerda, que me lo diga, que no estoy seguro y ando rabioso y en un sinvivir por saberlo con certeza.

Tener más mierda que el catre de un nono. Desconozco si el tal nono era persona, animal, cosa o espíritu.

Cerote. Cera con que preparaba los cabos de coser el zapatero remendón, que como no quedan… ya nadie echa medias suelas ni unas tapas a los tacones de los zapatos.

Endeve. En vez de.

Pochicle. Un polo de helado.

Desjalazar. Destrozar. “Se ha caído de la bicicleta y se ha desjalazao”.

Cagalugares. Persona que cambia frecuentemente de sitio.

Collejas. Verdura que se recogía del campo sin cultivar y que al cocinarla se reducía tanto que era común el dicho “se ha quedado en nada como las collejas”.

Sardineta. Golpe seco y de refilón con los dedos índice y corazón que se le daba de arriba abajo a alguien en el culo. Dolía tela.

Follar. Quieto ahí, que nadie se alarme ni se soliviante, que no es lo que parece. Se decía cuando alguien se peía sin hacer ruido. Detectado el ataque biológico por las nasales de los agredidos, se decía “¿quién se ha follao?” Y nunca había sido nadie.

Seco (delgado). Expresión típica era: “más seco que los trastos de una era”.

Dormir en el palo de la mona. Dormir en el filo de la cama porque la pareja no le deja espacio.

Coser para la calle. Dado que la profesión de modista era netamente femenina -los sastres eran otra cosa-, esta expresión se utilizaba para señalar a alguien como mariquita; “ese cose para la calle”. Los modistos actuales no han hecho más que corroborarlo.

Chichirivaina. Un don nadie, un tonto pelao.

Jopo (cola). Para que alguien que estaba estorbando cuando la mujer estaba limpiando se levantara de la silla se le decía “levanta el jopo”.

Andoba. Se dice de quien hace algo que no nos parece bien, por ejemplo, “dónde irá a estas horas el andoba ese”.

Juanbreva. Aparte de un cantaor flamenco, aunque separado, Juan Breva, cojonato, persona demasiado tranquila.

Endilgar. Referido a animal o cosa, golpear. Referido a persona, cargarle con el muerto.

Churrimindángano. Cosa hecha de forma chapucera que no vale para nada.

Ennortao. Alelao.

Alma de cántaro. Inocentón.

Pejiguera. Incordiante de pesado que es.

Engorilao. Obcecado. El que se pasa tiempo y más tiempo con el mismo asunto.

Lacha (vergüenza, apuro). “Me dio lacha decirle que no” y también de alguien que ande de vergüenza más raspao que la espalda de un violín, “qué poca lacha tiene”.

Calentura dormilona. Cuando alguien se despierta con un herpes en el labio se dice que es por una calentura dormilona.

Ea, pues por ahora puedo volver a dormir tranquilo y sin calentura, espero.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Expresiones variopintas


A instancias y sugerencia de mi más fiel seguidor, mi hermano, que me alienta a seguir escribiendo, he tratado de recopilar una serie de palabras y expresiones propias de Andalucía, la mayoría de ellas muy comunes en otros tiempos pero que poco a poco han ido cayendo en desuso. Algunas, las más, las recoge el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua y otras no. Y aun las que existen en el mismo no siempre concuerdan las acepciones que aquí se les aplica con ninguna de las posibles que ofrece el diccionario. El vocabulario andaluz es amplísimo, por lo que lo aquí mostrado es sólo un ramillete que he procurado sea sustancioso y representativo de su riqueza. No están clasificados en modo alguno más que en el mismo orden con el que se me han ido viniendo a la mente.
Randa (golfo). Niño, zagal u hombre sin ley.
Pelgar (desvergonzado). Viene a ser sinónimo de randa.
Zorzal de vallao (fresco, desahogado). El que hace lo que le da la gana sin importarle lo que piensen de él.
Vente cormigo. Es frecuente convertir las eles en erres, pero este es uno de los casos singulares en que se convierte la ene en erre.
Pítima (idea fija, obsesión). Se suele decir en expresiones como “iba yo con la pítima de…”.
Vecera (clienta habitual de un establecimiento). La expresión la usaban las propias clientas: “yo soy vecera de la tienda de fulano”. Deduzco que procede de la acción de pedir la vez.
Rempujón (empujón que surte efecto). Es un empujón que produce la caída o al menos un tambaleo claro.
Farfolla. Hoja seca de la mazorca de maíz que se usaba como relleno de los colchones.
Apontonca (lo correcto es apontoca). Se usa cuando alguien ayuda en algún trabajo y le dicen “apontonca ahí”, que significa que sujete.
Chinote (china). Munición del tirador.
Tirador (tirachinas).
Gorriato (gorrión). Al igual que chinote y tirador se usaban estas palabras por entenderlas más bizarras, las otras nos resultaban afeminadas.
Cobertor. Manta suave. Había mantas suaves, el cobertor, y mantas bastas, algunas, como las del ejército, marrones con una banda blanca y flecos en los extremos superior e inferior, eran más bastas que un cernaero (cernadero), además de lo incómodo de los flecos que te despertaban haciéndote cosquillas en la nariz.
Zalea. Piel de cordero que se usaba como la última manta o cobertor sobre la cama cuando hacía un frío que pelaba.
Compañones. Fórmula universal de la que se valía el pueblo llano ante los médicos para referirse a los testículos, palabra esta última que era poco conocida.
Arruchar (dejar a alguien sin un céntimo). Esto se usó en un tiempo en el que no se hablaba de los mercados financieros ni de las agencias de rating, que son los que actualmente nos tienen arruchaos a todos.
Vosotros ustedes. Expresión universal andaluza que conoce el resto del país y que les llama mucho la atención. Es una fórmula que a mi entender expresa confianza y respeto a la vez.
Sube parriba - baja pabajo - entra padentro - sal pafuera. Expresiones redundantes pero que las hacen menos secas e igual o más imperativas.
Infórmenes. Además de incorrecto, convierte una palabra llana en una esdrújula. Quien cae en su uso es muy difícil que salga de él.
Arvellana (avellana). Al igual que “infórmenes”, para que veamos que los andaluces no siempre nos comemos letras.
Pujiede (quejica, llorica). Ese niño enfurruñao al que no hay forma de entrarle porque sólo dice “que no me hables”, “que me dejes”, “¡déjame!”.
Intérvalo (intervalo). Otro cambio de llana a esdrújula por bulerías.
Trocha (atajo). Nadie usaba la palabra atajo, demasiado repipi, todo el mundo decía, por ejemplo, “vete por la trocha”.
Embarnecío (engordado). Por ejemplo “hay que ver lo que ha embarnecío el niño…”.
Talega. Palabra archiconocida y usada toda la vida hasta que se hicieron de uso cotidiano las bolsas de plástico no hace tanto, que aunque creamos que han existido siempre, se introdujeron en los años setenta y parece que pronto desaparecerán, por lo que es posible que la talega vuelva a estar de actualidad a no tardar.
Tenguerengue. El diccionario de la Real Academia de la Lengua la define perfectamente: en equilibrio inestable. No está firme, pero no se cae.
Escamondar. Lavar a fondo. Por ejemplo, cuando dice la madre “llegó el canalla (refiriéndose al niño) que le tuve que dar un escamondao…”.
Pitera. Herida causada por una pedrada. También se usaba para referirse al agujero de un globo pinchado.
Verijas (ingles, sin acento en la e, que eso es un natural de Inglaterra o su idioma). Se decía de una mujer que llevara la falda muy corta: “lleva la falda que se le ven hasta las verijas”.
Bolsa de piñones. En Lebrija, es lo que alguien pide cuando compra una bolsa de pipas.
Hueso cuqui (coxis o cóccix). Las palabras correctas son tan complicadas de pronunciar para un andaluz que está más que justificada su mutación.
Hocino (hoz). Nadie decía hoz porque la zeta final no la pronunciamos y las únicas opciones que quedaban eran “o” (¿o, qué?) o bien “o” aspirada, o sea, como “jo”, que por otra parte se confundiría con una interjección.
Hostiao (atontao). Por ejemplo, “éste está hostiao perdío” (para mejor comprensión, póngasele cara, por ejemplo, de presidente de gobierno o jefe de la oposición).
A mano vuelta. Se decía, por ejemplo, “te voy a dar a mano vuelta” o más aún, “te voy a dar un revés a mano vuelta –y no se conocía aún el tenis-“.
Apamplao (alelao, así todo junto, no confundir con “al helao”, que te preguntan inmediatamente ¿de nata, chocolate o vainilla?).
Cachas. Dos significados posibles y claros para todo el mundo: las dos caras del mango de la navaja y los muslos de las mujeres.
Matraca. Trompo viejo y sin púa que se colocaba en el centro del redondel para tirarle a romper en el juego del trompo.
Pollita. Niña.
Fuera de culero. Se decía del niño que ya se valía por sí mismo y no había que llevarlo de la mano.
Penca. Parte superior del glúteo (me oyen definirlo así y me matan). Se decía, por ejemplo, “tengo un pellizco cogido en la penca”, o sea, que tiene un problema de pinzamiento del nervio ciático.
Los vacíos (cavidad bajo las costillas). Expresión correctísima que se usa en medicina, que antes utilizaba todo el mundo y ahora no: “tengo un dolor aquí en los vacíos”.
Volantón. Chaval que está dejando de ser niño y empieza a salir solo con sus amigos.
Viejo pellejo. Recriminar a alguien por alguna manía que tenga, haciendo especial hincapié en su condición de viejo.
Cuarto y mitad. Al igual que la mitad del cuarto, eran fracciones de kilo que se usaban a diario en la compra.
Ni una lata. No tener dinero o al menos no suelto en monedas. ¿Tienes dinero? o ¿tienes suelto? Ni una lata.
Papel de estraza. De uso cotidiano para envolver alimentos y todo tipo de objetos, había tantos en cada casa como hoy bolsas de plástico.
Chuchurrío. Palabra que permanece en uso y que maravilla a los que la oyen fuera de Andalucía. Por descontado es mucho más expresiva, bonita y sonora que su sinónima “ajado”.
Tabardillo mal curao. Se dice de alguien revoltoso que es un incordio.
Tabardo. Ropa de abrigo por excelencia, basta, pero que abriga.
Katiuska. En una época nadie decía botas de agua, sino katiuska.
Bizco Pardá. Personaje de Sevilla del que se hicieron tantos chistes como hoy de Lepe.
Vistosona. Mujer de buen ver, idealmente tipo guitarra española.
Apupío. Grito estentóreo. Expresión muy corriente, “salió dando apupíos”.
Regaera (tonto, simple). ¿Dónde vas, regaera?
Camballá. Andar tambaleante del borracho cuando está parado y de pronto da un arreón que termina desviándose hacia un lado u otro.
Pínfano (pífano). Expresiones habituales eran “todo el día con el pínfano –radio- puesto” o “todo el día tocando el pínfano –cualquier instrumento sonoro de viento-”.
Cotuvía. Se dice de una mujer que se encuentra apocada, acobardada y encogida por frío o enfermedad. "Está hecha una cotuvía".
Estar en choclera. Estar recogido en casa de las inclemencias del tiempo y preferiblemente ya metido en la cama.
Lorito. Ventilador pequeño. “Pon un rato el lorito, que nos vamos a freir”.
Fau (falta en fútbol, del inglés fault). La aplicábamos sólo cuando dos jugadores le entraban a la vez a uno del equipo contrario. Las otras infracciones también eran falta (y en inglés, fault), pero no fau.
Cantina. Bar de lugares públicos, especialmente en las estaciones de tren y en los cuarteles. Lo mismo en cualquier otro sitio podía ser bar o taberna, pero no cantina.
Arrejuntar (reunir). No son exactamente sinónimos porque arrejuntar significa reunir por uno mismo, mientras que alguien puede mandar reunir, pero no arrejuntar.
Arrejuntarse (unirse en pareja sin contraer matrimonio). Sinónimo de “arrebujarse”. Como se ve, un significado totalmente distinto al anterior de arrejuntar.
Morirse de repente. Se decía cuando moría alguien de forma fulminante sin que padeciera ninguna enfermedad grave: "oye, se ha muerto de repente".
Zanquisperro. El que no para en todo el día de ir de un sitio para otro.
Hasta aquí por ahora. Si ha lugar y sigo recogiendo vocablos, serán objeto de una posterior entrega.
Condió (adiós).

jueves, 28 de julio de 2011

Parque periurbano

Desde hace semanas, cada mañana, temprano, sobre las ocho dedico una hora a caminar por el parque. Es un parque periurbano, o sea que, como su nombre indica, rodea a una zona urbana. En este caso, pertenece a un pueblo, y se extiende de oeste a este a lo largo de los límites de uno de los barrios y una urbanización de lujo.

El parque es amplio, muy agradable, con vegetación típica mediterránea, abundante arboleda y plantas aromáticas: romero, tomillo, albahaca, hierba luisa… El agua del riego de la mañana refresca los caminos de albero realzando su característico precioso color amarillo.

Tiene habilitadas cuatro puertas, cada una se corresponde con uno de los puntos cardinales: la puerta norte es la menos conocida y utilizada ya que en realidad es un pasadizo muy largo, angosto y sombrío, pero precisamente una delicia en verano; esta puerta junto con la puerta este, por proximidad, son los accesos naturales para los usuarios de la urbanización de lujo; la puerta sur es la entrada principal y podemos decir que es neutra, ya que sólo colinda con el campo y normalmente es por la que accedemos los que por lejanía tenemos que desplazarnos en coche; la puerta oeste es el acceso habitual de los usuarios del pueblo-pueblo, porque es la más próxima al resto de los barrios.

A tan tempranas horas y en pleno mes de Julio, la afluencia de visitantes es escasa, diría que sobre una treintena, si bien los que vamos somos constantes y solemos ser los mismos cada día, jóvenes y mayores, solos o en parejas e incluso algún grupo de tres.

En realidad estamos haciendo ejercicio, cada cual lógicamente a su forma y ritmo. Personalmente yo los realizo como tratamiento post infarto, vamos, porque me lo ha “mandao” el médico, que ojalá lo hubiera hecho desde mucho antes de motu proprio y me habría ahorrado más de la mitad de la película. Qué le vamos a hacer, nunca es tarde si la dicha es buena. Y es una dicha el recorrido una vez vas cogiendo ritmo y ganando en resistencia.

Si me he entretenido antes en describir la situación y los accesos al parque, es para contar cómo en un altísimo porcentaje se distinguen perfectamente las personas que acceden por una u otra puerta, sobre todo por las este y oeste y lo distintas que pueden llegar a ser. Y no sólo en la vestimenta.

Los usuarios de la puerta este, los de la urbanización de lujo, en su mayoría van a lo suyo, con los auriculares –intuyo por las expresiones de sus rostros que los mayores sumidos en las tertulias radiofónicas matutinas, con lo que no desenganchan del agobio de las malas noticias, y los más jóvenes escuchando música-, ni te miran cuando se cruzan contigo y, por supuesto, no dan ni los buenos días, literalmente. Algunos, cuando se los das tú, responden tímidamente casi con un hilo de voz o con alguna expresión ahogada: ellos como sorprendidos, incluso interrumpidos, y ellas como azoradas.

Los de la puerta oeste, o sea, la gente del pueblo-pueblo, por el contrario, suelen dar los buenos días con agrado. Como se ha hecho en los pueblos toda la vida. Recientemente, sin ir más lejos, me acompañó Doc. Adelantamos a un hombre mayor al que dimos los buenos días y nos correspondió con un sonoro “buenos días, señores”. Una maravilla.

Poco a poco voy haciendo una cruzada a ver si consigo que todos nos saludemos porque se ve que es toda gente sanota y estoy convencido que al final es algo que le gusta a todo el mundo, pero parece que las personas nos empeñamos en esquivar aquello que nos satisface. Y mira que es barato.

Entre los visitantes vespertinos tardíos debe haber algún que otro indeseable o vándalo. Como se puede ver en una de las fotografías de abajo, en la puerta principal, teniendo al lado contenedores de todo tipo dejan la basura en mitad de la calle. U obligan a cerrar los aseos a horas tempranas. En eso poco puede ayudar el parque, que son lecciones que hay que traer aprendidas de casa y el que nace lechón muere cochino y no habrá más remedio que esperar a San Martín.